Podría parecer que llevando aquí ni 20 días no he tenido
tiempo para que me suceda nada digno de mención. Pero no sería cierto.
Venía ya advertida: al
principio parecen todos muy majos, no te
fíes. Y así fue, todo el mundo es encantador, la madre me intenta
emborrachar en la primera cena y el niño pone cara de no haber roto un plato en
la vida. Una tierna estampa todo.
Los días pasan, y la madre sigue pareciendo maja, pero yo sigo en guardia, porque hago caso del
consejo de no fiarme. Pero claro, un día me pide un babysitting inesperado que
acepto porque no tengo más remedio. Todo bien, el niño ya dormido y la madre
llama a la puerta porque va tan borracha que es incapaz de atinar con la llave.
Muy divertido cuando intentaba balbucear algo así como “I’m veeery druuunkk…”
Y nada, exceptuando el episodio anterior, todo iba bien.
Hasta que con una amable sonrisa me dice “I
forgot to tell you… I’m going to Scotland next Monday and… you’ll
have to deal with the kids on your own because my friend’s children are staying
here the whole week, but… it’s ok with you, right? Are you happy with it?” y sin darme tiempo a responder,
dice “good, they won’t give you any
problem” y se va. Y yo me quedo ahí con cara de idiota y boqueando
como un pez fuera del agua.
No te fíes, dijeron. Y tenían razón.
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