Las
host-mums, esas criaturas.
Toda
au pair que diga que su host-mum es adorable, miente a boca llena. Las
host-mums adorables son seres mitológicos. Como los unicornios, los gamusinos y
los políticos honrados.
Así
que, futuras au pairs del mundo, nunca os dejéis embaucar por la sonrisa que
hay detrás de un “happy?” ni porque os peloteen llevándoos algún alimento que
saben que os gusta (como mis yogures griegos de medio kilo), porque luego os
pasarán cosas como ésta:
Un
día como otro cualquiera, 17:30, el niño y yo cenando. Todo bien, sólo tenía
que recoger la cocina y sería libre. A las 17:55 el niño estaba metiendo los
cacharros en el lavavajillas y yo dejando la cocina como los chorros. De esto
que la madre llega, me llena de mierda la alfombra, aspirada ese mismo afternoon,
mientras dice un “Oh dear! I’m so sorry, I’ll hoover that”. Se va a hacer la
cena y me dice que no me moleste en terminar de limpiar y recoger la cocina,
que ya lo hace ella, y me ofrece una taza de té. Y con la taza a mi habitación
me fui. Qué maja, ¿eh?
Sí,
majísima, hasta que a las 7 de la mañana del día siguiente bajo a la cocina y
me encuentro un percal que ni en Jumanji: todos los fuegos de la cocina (porque
no tenemos vitrocerámica) sucios y llenos de grasa, la pila llena de cacharros
resecos y la encimera llena de trastos. La alfombra sin aspirar, claro. El
lavavajillas sin poner y en el armario ni un plato. El qué coño había pasado
allí no lo sé, pero nunca nadie me había dado los buenos días de una manera tan
agradable.
Se
aceptan sugerencias de venganza.
Y
ojo con vuestra host-mum, ¡alerta permanente!
-Blondy-
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